Frankenstein

Frankenstein

En pocas palabras

A pesar de lo que Hollywood quiera que pienses, no hubo ningún relámpago, ni perno en la cabeza, ni un científico que grita: "¡Está vivo!". Tampoco hay ningún corte de cabello raro. (Ah, y el monstruo no se llamaba Frankenstein). Pero en nuestra opinión, la verdadera historia de Frankenstein es mucho, mucho mejor:

En el verano de 1816, Mary Wollstonecraft Godwin, de dieciocho años, estaba pasando el tiempo en una casa de lago en Suiza con su amante y futuro marido, Percy Bysshe Shelley, el famoso poeta inglés, Lord Byron, y el doctor del mismo, John Polidori. (Y algunos otros, pero estos son los nombres que importan). Fueron unas vacaciones bastante deprimentes, pues tras la erupción del volcán indonesio Tambora en 1815 hubo disturbios climáticos tan graves que 1816 se llegó a conocer como "el año sin verano".

Así pues, si te aburres como hongo en una casa junto al lago con dos de los escritores más famosos de la literatura inglesa, ¿qué haces?

Organizas un concurso de historias de fantasmas.

Lord Byron desafió a todo el mundo a escribir la historia más escalofriante y extraña que pudiera inventarse. A Polidori se le ocurrió El vampiro, una de las primeras historias de vampiros sexy del idioma inglés. Byron escribió unos fragmentos. Y Mary Godwin tuvo una visión (eso decía) la cual convirtió en una de las historias de terror más famosas de la literatura inglesa: Frankenstein o el moderno Prometeo.

Retrocedamos un momento: Mary Wollstonecraft Godwin no era cualquier muchacha de dieciocho años. Era la hija de dos personas muy inteligentes: Mary Wollstonecraft, que escribió lo que viene a ser el primer libro feminista inglés (ni qué decir un montón de filosofía política sobre los derechos humanos en general); y William Godwin, un ateo, anarquista y radical que escribió novelas y ensayos que atacaban el conservadurismo y la aristocracia (y cuyo Caleb Williams probablemente influyó en Frankenstein). Imagina las conversaciones que tenían durante la cena.

Lo que queremos decir es que Mary Godwin no era cualquier muchacha que escribía ficción gótica en su LiveJournal. Puede que solo tuviera dieciocho años, pero se interesaba en cuestiones intelectuales de peso en aquél momento, como:

  • ¿Debería haber límites para la curiosidad científica?
  • ¿Cuál es la relación entre la racionalidad humana y la emoción humana?
  • ¿Cuál es el papel del individuo en relación con la sociedad o la familia?

El resultado fue Frankenstein: una historia de terror sobre lo que ocurre cuando el deseo de un hombre por el descubrimiento científico y la inmortalidad sale terriblemente mal, y lo que pasa con los marginados por la sociedad. Con el apoyo de Percy (y la ayuda de su extenso vocabulario, habiéndolo ella pedido o no), expandió su cuento hasta transformarlo en una novela que publicó en 1818.

Los críticos no se volvieron locos de gusto, pero se volvió lo bastante popular como para volver a publicarla en una edición de un solo volumen en 1831. Solo que para entonces Shelley no era la misma niña de veintiún años y ojos brillantes de 1818. En 1831, había perdido a su esposo y a dos de sus hijos, y la edición revisada tiene un tono más triste. En el texto de 1831, la naturaleza es una máquina de destrucción; Victor es víctima del destino, no del libre albedrío; y las familias son menos felices y comprensivas, y más claustrofóbicas y opresivas. Hizo tantos cambios, de hecho, que muchos se preguntan cuál versión deberíamos leer.

Shmoop ha elegido la versión de 1831 porque es la que lee la mayoría de las personas. Pero para nosotros (y la mayoría de los expertos), la mejor versión es la de 1818.

¿Y a mí qué?

Se puede decir que Frankenstein es responsable del género de la ciencia ficción: se ha incrustado en nuestra imaginación cultural colectiva, ha inspirado incontables películas de monstruos (entre ellas, las de Tim Burton), disfraces de Halloween, parodias, personajes de televisión (programas como Scooby Doo y The Munsters son algunos ejemplos), y ha conseguido un nivel de leyenda en general.

Está claro que a mucha gente le ha gustado, así que ¿por qué no a ti?

¿Te interesa conocer los efectos a largo plazo de sostener dispositivos que emiten radiación cerca del oído durante largos periodos de tiempo? (Hasta ahora ninguno).

¿Te interesa saber si inyectar genes humanos en cabras tiene efectos no planeados? (No importa, es buenísimo.)

¿Te interesa saber si encontrar la partícula Higgs Boson creará un agujero negro? (Eh, no).

¿Te importa que Facebook se entere un poco más de lo que quisieras acerca de tus gustos televisivos? (Porque todo lo sabe.)

Lo que queremos decir es que al igual que Mary Shelley (y quizás otros más), vivimos en una era de avances científicos impresionantes. Y son increíbles. Nos encanta el Internet. Nos encanta que no nos dé viruela. De verdad nos encantan las maratones interminables de I love the '80s. Pero una vocecilla sobre el hombro nos pregunta, "¿Qué nos está haciendo todo esto? ¿Cuándo se verán las consecuencias?"

Y estamos seguros de que también tú te lo preguntas.

Frase Clave