Cien años de soledad

Cien años de soledad

En pocas palabras

¿Quieres saber cómo se crea un mito? En 1966, un periodista medianamente exitoso se dirige a Acapulco con su familia. Durante toda su vida, ha querido escribir sobre lo que supuso para él criarse en la casa de sus abuelos, pero todavía no sabe cómo transmitir el extraño entramado de supersticiones, conocimiento, religión, anécdotas personales y la historia global que lo rodeaba. De repente, una idea le viene a la mente: un pueblo sin porvenir, una familia que se repite constantemente, cíclica, completamente ensimismada y, sobre todo, un narrador que no realiza ni un solo comentario de juicio sobre la demencia que padecen los personajes o acerca de los hechos fantásticos y sobrenaturales que se describen a lo largo de la obra.

El periodista da media vuelta, conduce hasta su casa y vende el auto. Suplica a su casero y a las tiendas locales que le den dinero a crédito para poder mantener a su familia. Nueve meses más tarde, sale a la luz Cien años de soledad, una de las obras más importantes del siglo. Le vale el premio Nobel de literatura, se traduce a miles de idiomas y, así sin más, Gabriel García Márquez se convierte en uno de los autores más famosos del mundo. Nada mal, ¿no? Intenta escribir una obra maestra de renombre mundial en nueve meses y luego nos cuentas cómo te fue.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que este libro sea tan admirado en todo el mundo? Es probable que la lista de razones sea larga e incluya motivos tales como el hermoso uso del lenguaje, la magnífica imaginería y lo peculiar del estilo. Sin embargo, en el primer puesto se encuentra la asombrosa forma en la que García Márquez toma la complicada historia de Colombia, desde los tiempos en los que Bolívar libera la colonia de la dominación española hasta mediados del siglo XX y nos la transmite a través de los ojos de una familia ridículamente extensa y condenada a la desgracia y de un pueblo ficticio que comparte su misma desdicha.

En realidad no se trata de ficción histórica, el género en el que personajes inventados pasan a formar parte de hechos reales acaecidos en el pasado, como Rescatando al soldado Ryan o Historia de dos ciudades. Es cierto que tiene elementos de ese tipo de obras, un ejemplo sería la participación del coronel Aureliano Buendía en las guerras civiles de Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX. No obstante, la novela ofrece mucho más que decir: "perico de los Palotes interactua con George Washington". La historia se entremezcla (sin observaciones de juicio) con las complicadas vidas de varios miembros de la familia Buendía y diversos fenómenos mágicos y sobrenaturales. Cuando se publicó el libro, era distinto a todo lo que se había leído hasta ese momento.

Una última cosa: si tu español no es perfecto y te preocupa el no ser capaz de entender el original, puede que esto te interese. La novela fue traducida al inglés en 1970 por Gregory Rabassa y Gabriel García Márquez dijo que prefería la traducción de Rabassa de Cien años de soledad al original en español. Eso no se escucha todos los días.

¿Y a mí qué?

¿Ya mencionamos que es un premio Nobel?

Está bien, está bien, eso no es lo único que importa. A primera vista, esta novela trata más que nada sobre la familia, pero no cualquier familia, sino una completamente disfuncional y a la que le faltan varios tornillos. Madres, padres, hermanos, tías, sobrinos, abuelos, todos tienen un toque particular de locura muy al estilo de los Buendía.

¿Sientes que a veces tu familia te saca de quicio? No te preocupes, Gabriel García Márquez tiene la cura. Es verdad, no es agradable que tus padres no den el visto bueno a tus elecciones amorosas, ¿pero alguna vez ordenaron matar a tu media naranja? Y seguro que te has peleado con tus hermanos por algo, ¿pero acabó convirtiéndose alguna de esas riñas en una contienda a muerte que durara varias décadas? A este nivel, Cien años de soledad proporciona una magnífica dosis de "podría ser peor".

Frase Clave

"[…] que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera." (p. 339)