La casa de los espíritus

La casa de los espíritus

En pocas palabras

Isabel Allende tuvo que lidiar con todo tipo de acusaciones, desde plagio literario hasta aprovechamiento indebido de sucesos políticos, a raíz de la obra La casa de los espíritus, publicada en España en 1982 y traducida al inglés en 1985. El libro narra la vida de cuatro generaciones de una familia chilena y su implicación en los turbulentos acontecimientos políticos de la década de 1970. A pesar de ser su primera novela, La casa de los espíritus se convirtió de inmediato en un superventas, y ganó varios premios en Chile, el país natal de la escritora.

Considerada una de las novelas más representativas del realismo mágico latinoamericano, muchos críticos describen La casa de los espíritus como una especie de versión femenina de Cien años de soledad, obra de Gabriel García Márquez. Ambos libros presentan tantas similitudes de estilo que algunos expertos acusan a Allende de ser poco original e incluso de copiar al escritor colombiano. No obstante, también son muchos los que aseguran que Allende domina un género característico de Latinoamérica, al que dota de un enfoque original y marcadamente femenino.

A pesar de tratarse de una obra de ficción, las historias de La casa de los espíritus guardan un gran parecido con varios hechos de la vida de la autora; de hecho, el primer manuscrito de la novela era una carta dirigida al moribundo abuelo de Allende. El padre de Isabel era primo de Salvador Allende, el primer presidente socialista de Chile. Además, el violento levantamiento político que tiene lugar en el país sin nombre de la novela, se considera una interpretación del golpe militar liderado por Augusto Pinochet contra el gobierno socialista de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. (Ahí es donde entran las acusaciones de aprovechamiento indebido de sucesos políticos. Algunos críticos acusan a Allende de usar el apellido y la historia política de su familia para vender más libros. Increíble. Cuánta envidia.)

Aunque es probable que no sea totalmente acertado considerar esta novela un tributo, no hay duda de que La casa de los espíritus es una novela personal. Se sabe que la autora utiliza a personas reales como modelos para sus personajes; de hecho, en el texto se vislumbran rasgos de su clarividente abuela, de su hijo Nicolás, de su exmarido Miguel e incluso de la propia autora.

¿Y a mí qué?

Familia. Probablemente tengas una, y si te pareces a nosotros, es posible que tus familiares te saquen de quicio, al menos a veces. Sí, sí, lo sabemos… Tienes que aguantar que tus hermanos chicos revuelvan tus cosas, que tus hermanos mayores te digan lo que tienes que hacer, que tus padres no te dejen salir de casa con la ropa que te gusta y que tus abuelos insistan en que saben lo que te conviene.

Sin embargo, la próxima vez que pienses que tienes la peor suerte del mundo porque tu padre no ve con buenos ojos a tu última conquista, o tu madre comienza a hablar de algo que te avergüenza frente de todos los que te conocen, echa un vistazo a La casa de los espíritus. Puede que te ayude a reflexionar sobre tu situación (especialmente en lo concerniente a relaciones amorosas. La desaprobación por parte de los progenitores alcanza cotas insospechadas en esta novela. Para que te hagas una idea, está al nivel de los Montesco y los Capuleto). Ahora bien, ya sea que si tu madre crea en extraterrestres y organice sesiones de espiritismo en tu casa todas las semanas, tu padre sea un político famoso por su mal genio y con tendencia a perder la cabeza, o tu alocado tío haya creado su propia religión, es posible que te sientas identificado con las historias de este libro.

Frase Clave

"Una vez por semana, los sábados, se reunían a cenar alrededor de la gran mesa de encina que había estado siempre en la familia y que antes perteneció a los Del Valle […]. La niña observaba a los adultos con fascinación, su abuela radiante, con los dientes puestos para la ocasión, dirigiendo mensajes cruzados a su marido a través de sus hijos o los sirvientes, Jaime haciendo alarde de mala educación, eructando después de cada plato y escarbándose los dientes con el dedo meñique para molestar a su padre, Nicolás con los ojos entrecerrados masticando cincuenta veces cada bocado y Blanca parloteando de cualquier cosa para crear la ficción de una cena normal."