Odiseo

Odiseo es el héroe griego, Rey de Ítaca, hijo de Laertes, esposo de Penélope, padre de Telémaco, favorito de Atenea, némesis de Poseidón e inventor del caballo de Troya. Su característica dominante, además de sus pectorales, es su astucia. Es conocido por ser el más voluntarioso de los héroes griegos, y su ingenio salvó su vida muchas veces, la más notable, fue el episodio de Cíclopes. Su dominio de la improvisación, de los disfraces y el disimulo, lo ayuda a esconder su identidad de potenciales enemigos y lograr la lealtad de las personas a quienes engaña. Aunque algunos sensibleros moralistas de la actualidad cuestionan la moralidad de Odiseo por sus constantes mentiras (como pretender ser cretense y engañar a su mujer e hijo) el héroe justifica estas acciones por el resultado. Sus disfraces y mentiras suelen ser aprobados por Atenea, su diosa patrona, quien también actúa bajo varios disfraces para manipular a los humanos y lograr su cometido.

En cuanto a sus pectorales, bueno, digamos que rasgar su camiseta en público y burlarse de Cíclopes, después de dejarlo ciego, es solo un ejemplo. La cosa es que, aunque Odiseo es muy inteligente, también puede patear traseros: lanza discos, fulmina al hablar, domina el arco, navega como ninguno, se disfraza, confunde al oponente, y en general, es un hombre con todas las letras.

Lo que mete a Odiseo en tantos problemas es cuando justificadamente cae en hibris, o se deja llevar por la arrogancia. En el peor de los casos, esto no deja pensar bien a Odiseo, como cuando por su poco delicada burla de Cíclopes comienza la pelea entre él y Poseidón. Como Odiseo tenía que conseguir la gloria superando al monstruo, terminó vagando por los mares por diecisiete años, perdiendo todos sus acompañantes en inoportunas muertes.

Dicho esto, aunque el orgullo de Odiseo a veces se le sale de las manos, su hibris ni siquiera se le acerca a la de los pretendientes de Penélope, quienes violan las leyes de dios y de los humanos abusando de la hospitalidad. Además, Odiseo sabe cómo hacer que las cosas vuelvan a su cauce, como cuando se disfrazó de pobre para infiltrarse en su palacio. Sí, todavía está ansioso por probar sus fuerzas, pero se las arregla, con la ayuda de Atenea, para mantener las apariencias durante un tiempo suficiente para poner a prueba a los habitantes del palacio. Esto le permite eliminar a los infames pretendientes y separarlos de los decentes, aunque al final mate a todos.
La crueldad de Odiseo en esta matanza nos hace pensar, especialmente cuando hace que las criadas se sacrifiquen limpiando toda esa sangre que dejó en el palacio. 

“¿Qué pasó con toda esa piedad y ese perdón?”, podríamos preguntarnos. Una de las cosas que hay que recordar al leer La Odisea es que los valores griegos eran diferentes a los nuestros. La justicia quizá sea ciega, pero también es implacable (en una mano la espada y en la otra la balanza ¿te acuerdas?). En cualquier caso, Odiseo perdona a las doncellas leales, al cantante, al pregonero del pueblo y a otros que también fueron leales a su reinado. Y no olvidemos que todo el poema termina con el perdón, específicamente cuando las familias de los pretendientes muertos son forzadas por los dioses a perdonar a Odiseo y a su familia.

Y ya que estamos en el tópico de diferencias culturales: si comienzas a odiar a Odiseo por haber engañado a su esposa mientras ella pasó dos décadas durmiendo sola, simplemente recuerda que los estándares eran distintos en esa época, nos guste o no. No se supone que debamos ver a Odiseo como un imbécil por eso; más bien debemos pensar: “no es su culpa que todas esas hermosas e inmortales mujeres no puedan resistirse a sus encantos”.