El mercader de Venecia

El mercader de Venecia

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Para esta guía, usamos la traducción de la Biblioteca Virtual Universal.
Puedes encontrarla aquí.

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En pocas palabras

¿Viste el gran Willy Shakespeare, el tipo que escribió en tres géneros, comedia, tragedia e historia?

Bueno, él también escribió El mercader de Venecia, una obra teatral que no encaja en ninguno de los tres géneros que te acabamos de mencionar. Al mismo tiempo, abarca los tres géneros mencionados.

Es comedia, una comedia bien oscura y profundamente problemática. Es una tragedia, aunque bastante feliz para la mayoría de los personajes. Y es una obra histórica... bueno, es una de las más conocidas y más apreciadas.

Oficialmente, El mercader de Venecia es una comedia. Una comedia acerca de un prestamista judío (Shylock) resentido y detestado que busca vengarse de un mercader cristiano que no ha pagado su préstamo. ¡Ah! ¡Qué cosa más graciosa!

El tema tan controvertido de la obra le ha hecho la fama de "obra teatral problemática" (¿tú crees?) que continúa cuestionando una serie de asuntos 400 años después de haberse puesto en escena:

  • ¿La obra apoya las actitudes antisemíticas de sus personajes cristianos?
  • ¿Critica el tipo de prejuicios que se representan en el escenario?
  • ¿O simplemente dramatiza la intolerancia sin adoptar posición alguna de una u otra parte?

Antes de intentar responder a estas preguntas, vale la pena conocer el contexto histórico. Abróchense los cinturones. Va a ser una lección histórica con mucha turbulencia.

Para Shakespeare, escribirle a una audiencia inglesa acerca de un prestamista judío hubiese sido completamente extraño. Eso es porque en el siglo XVI en Inglaterra había aproximadamente cero judíos… dado que en 1290 habían sido expulsados de conformidad con el Edicto de Granada. Los judíos que quedaban tenían que practicar su religión en secreto.

Aun así, los judíos eran un popular blanco del odio en la Inglaterra de Shakespeare. En gran parte esto, se debía al juicio del médico personal de la reina Isabel, Rodrigo López, un portugués convertido al judaísmo. En 1594 se condenó a López por tramar el envenenamiento de la reina Isabel I y se lo ejecutó como traidor, lo que significa que lo colgaron, lo cortaron en pedazos (mientras seguía vivo) y lo mutilaron ante una multitud de espectadores.

Shakespeare, siempre al tanto del pulso del interés popular, presentó El mercader de Venecia alrededor de 1597, pisándole los talones al juicio de López. Lo interesante del mercader judío de Shakespeare, Shylock, es que, según se interprete la historia, Shylock no es una caricatura de todo lo que es malo.

Shylock tiene profundos defectos, pero también es complejo y profundamente humano. Cuando hace la famosa pregunta, "Si nos pincháis [a los judíos], ¿no sangramos?" (3.1.63–64), él insiste en que tanto judíos como cristianos comparten una humanidad común, a pesar de que lo han escupido, pateado y criticado por ser diferente.

¿Ya te estás riendo a carcajadas de esta comedia? ¿O estás sintiendo que quizá sea una tragedia? Y, dada la cantidad de historia (increíblemente intolerante y vergonzosa) que debemos cubrir para que puedas darte una idea de El mercader de Venecia, ¿quizá deberíamos referirnos a esta obra malcriada como historia?

El punto es que desafía la caracterización. Nos gustaría pensar que quizá, tan solo quizá, esta es la forma en la que Shakespeare nos dice que a las obras de teatro, y a la gente, caramba, no se las puede caracterizar solo por unos cuantos elementos (como la religión o el género).

¿Y a mí qué?

Supongamos que, cuando estás en el jardín de infantes, tú haces una apuesta con tu hermano menor diciendo que si los Tampa Bay Rays llegan a ganar la Serie mundial de béisbol, él debe meter el dedo en el tomacorrientes. Él no tiene problema con la apuesta porque, eh, los Tampa Bay Rays nunca pero nunca ganarán la Serie mundial. Y tú no tienes ningún problema con la posibilidad de los devastadores resultados, dado que hace poco él te puso pegamento en tus coditos con queso.

Entonces sucede que alguien en Florida le vende el alma al diablo y, antes de darte cuenta, ahora tu hermanito tiene que enfrentarse a un tomacorrientes bastante energizado. Él te insiste en que lo dejes pasar dado que sería lo más misericordioso, pero tú le respondes que ustedes tenían una apuesta... y tú quieres justicia.

Interesante la palabra "justicia". ¿Qué significa en realidad? ¿Justicia conforme a la ley? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si hubiese una ley que dice que los hombres blancos pueden ser dueños de los negros? ¿O que un hombre puede maltratar a su esposa, quien, a propósito, no tenía permitido votar? Dado que esas leyes existieron, de hecho, en la historia de Estados Unidos, ¿significa eso que eran justas?

Está bien, no tanto. "La justicia" claramente está ligada a algo que va más allá de la ley. ¿Quizá se base en la religión? ¿Estamos hablando de la ley divina? Porque eso sí que nunca lleva a algo malo (ejem,las Cruzadas, ejem).

Por ende, obviamente hay algo más que tenemos en mente cuando hablamos de justicia, algo como la ética o la moral. Pero, ¿qué hacemos cuando la justicia conforme a la ley no es la misma que la justicia según la religión, la cual no es la misma que la justicia conforme a la moral o la decencia humana?

Lo que estamos tratando de decir es que "justicia" no es una palabra que uno pueda tirar al aire como "pegamento" o "tomacorrientes". Y sin embargo, la "justicia" se ha utilizado para justificar un montón de actos como el de cortar una libra de carne del pecho de un hombre. ¿Es esta la nueva película del festival sangriento de Tarantino?

No, se trata de El mercader de Venecia. Una obra teatral que te hará retorcerte de incomodidad mientras te ríes, sonreír disimuladamente mientras lloras, contemplar la maldad del hombre incluso cuando te sientes medio feliz y tierno por dentro cuando hacen lo que está bien, alentar a una de las más violentas heroínas del teatro... y, dado que se trata de Shakespeare, embobarte al observar la acrobacia lingüística, el ingenio y la poesía, vaya, de esta increíble obra maestra.

Frase Clave

SHYLOCK.- Para cebar a los peces. Alimentará mi venganza, si no puede servir para nada mejor. Ha arrojado el desprecio sobre mí, me ha impedido ganar medio millón; se ha reído de mis pérdidas, se ha burlado de mis ganancias, ha menospreciado mi nación, ha dificultado mis negocios, enfriado a mis amigos, exacerbado a mis enemigos, y ¿qué razón tiene para hacer todo esto? Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la humildad de este? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado.

(Acto III, Escena 1)