Una paz solo nuestra

Una paz solo nuestra

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Tenemos que confesar...
No pudimos encontrar la traducción oficial en línea. ¡Uy!
Pero está bien. Shmoop tradujimos todas las citas en esta guía.

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En pocas palabras

Una paz solo nuestra cuenta la historia de un joven que vive en un internado de Nuevo Hampshire durante la Segunda Guerra Mundial, y sus sentimientos encontrados de admiración y envidia hacia su mejor amigo y compañero de habitación. (Las cosas se complican desde el principio, como puede esperarse cuando se trata de adolescentes que tienen poca supervisión). Publicada en 1959, la novela es la primera del autor John Knowles, a cuyo primer éxito le habrían de seguir muchas otras novelas, cuentos y ensayos, entre los cuales se destaca una especie de secuela: Peace breaks out. No obstante, nada superó el debut de Knowles; Una paz solo nuestra sigue siendo su obra más popular y conocida. Solo hay que preguntárselo a cualquier estudiante de preparatoria que lo haya leído en clase.

Hablando de la clase de literatura, Knowles parece haber seguido el viejo proverbio de todo maestro: "escribe sobre lo que conoces". Al igual que el personaje principal y narrador de Una paz solo nuestra, Knowles nació en el sur (Virginia Occidental) y durante la Segunda Guerra Mundial asistió a un internado en Nuevo Hampshire, la academia Phillips Exeter. Sus descripciones de la escuela Devon en la ficción de Una paz solo nuestra en gran parte se basan en el aspecto físico del campus Exeter. (Sí, todavía existen las escaleras de mármol. Sí, siguen siendo súper duras). Incluso partes de la trama, como el juego de saltar del árbol o el personaje de Phineas, provienen de las experiencias de Knowles como estudiante. (Piénsalo: algún día podrías escribir una novela que 1) sea considerada distintiva de la literatura estadounidense moderna y 2) deje en vergüenza a tus amigos de la preparatoria).

¿Y a mí qué?

Como tantas historias que se ven en las noticias sobre mamás que demuestran un exagerado entusiasmo por sus hijos que juegan fútbol, o los papás que se enfurecen cuando sus hijos juegan hockey, o los árbitros que han sido golpeados y porristas que le han lastimado el tobillo a otras no por accidente, la envidia hace que las personas hagamos cosas muy locas, en especial cuando se trata de atletismo. Pero si en algún momento has competido en CUALQUIER cosa, conocerás bien ese sentimiento en particular. Es una combinación extraña de admiración y resentimiento. Un momento le besarías los pies a tu héroe de la semana y al siguiente estás pensando en cómo usar el bate de béisbol con malas intenciones.

¿Qué nos hace querer ganar con tantas ganas, así sea en las tareas más triviales? Ya sabes, como esa vez, cuando eras pequeño y pintabas con los dedos junto a tu amigo del barrio y por pura casualidad se derramó una lata de pintura negra sobre su versión de King Kong al mejor estilo Picasso… La competencia, en teoría, debería ser saludable, pero ¿dónde está el límite entre la rivalidad inofensiva y ponerle el ojo morado al réferi?

Por suerte, Una paz solo nuestra nos ayuda a resolver este gran debate estableciendo de forma muy clara que empujar a tu mejor amigo de un árbol te coloca en el lado incorrecto de dicho límite, y que te conviene no cruzarte a ese bando a menos que desees perder el sentido de la identidad personal y descubrir todas las atrocidades de la guerra y la condición humana.

Frase Clave

"¿Sabes qué? Casi me alegra que llegara esta guerra. Es como una prueba, no te parece, y solo las cosas y las personas que han ido evolucionando de la manera correcta sobreviven." (9.9)