Pelayo

Pelayo es quien halla al hombre viejo después de tirar los cangrejos muertos que se apilaban en el patio anegado por las lluvias. Echa un vistazo a lo primero que hace:

"Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor".

Por lo visto, Elisenda es la cabeza pensante del matrimonio, mientras que Pelayo simplemente se deja llevar, aunque sí cosecha los frutos del enlace. Renuncia a su empleo para criar conejos y acaba viviendo en una linda "mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno". Se acabó el arrojar cangrejos al mar durante un aguacero.

¿Bueno o malo?

A pesar de no tener un papel relevante en la obra, el narrador no deja que se salga con la suya y quede libre de culpa. Puede que no se le ocurriera a él la idea de cobrar por la entrada para ver al ángel, pero tampoco se opuso a ella.

Solo hay una acción que redime a Pelayo: cuando el hombre pierde la última de sus plumas, Pelayo lo cubre con una manta y lo deja dormir en el cobertizo. Eso sí, el narrador relata irónicamente que Pelayo "le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo". Decimos que es irónico porque eso de caritativo tiene poco.

Pese a todo, esa es la única cosa buena que alguien hace por el pobre desdichado, así que debemos tenerla en cuenta.