Emilia

Emilia es mayor y más cínica que Desdémona, y desarrolla una relación cercana con ella. Ambas tienen vidas maritales diferentes: la vida amarga que soporta la primera en su matrimonio con Yago contrasta con la unión -temporalmente- idílica de la segunda.

El único acto deshonesto de Emilia hacia Desdémona (robarle su pañuelo especial) tiene consecuencias devastadoras. La pérdida de ese pañuelo es lo que convence a Otelo de que Desdémona es culpable de infidelidad, y de que el pequeño robo de Emilia termina causando la muerte de su amiga, en la última parte.

Pero Emilia se redime, o al menos hace un buen intento por hacerlo. Es ella quien descubre la verdad acerca de las conspiraciones de Yago y se las revela al mundo. No puede hacer que Desdémona reviva, claro, pero sí puede limpiar el nombre de su amiga. Al final, Emilia termina sacrificando su propia vida para que Desdémona no sea recordada como una “ramera”. Yago la mata como venganza por haberlo desenmascarado, pero Emilia muere orgullosa de haber hecho lo que hizo.

La relación de Emilia con Yago es infernal. Yago se burla constantemente de ella, irrespetándola cada vez que puede. Nunca parece darle ningún tipo de afecto, y siempre habla pestes de las mujeres en general. A pesar de esto, Emilia parece estar siempre muy dispuesta a complacerlo. Roba el pañuelo de Desdémona esperando que al fin Yago la aprecie: “Yo solo sé complacer su capricho”, dice al hacerlo (3.3). Pero su intento de hacer que la proeza de robar el pañuelo acerque amorosamente a su marido, falla estrepitosamente. Yago lo agarra y le dice que se vaya. Luego, parece que Emilia se da cuenta de la sed de poder que tiene Yago y desea poder gratificarla. Le pregunta a Desdémona “¿quién no le pondría los cuernos al marido para hacerle rey? Yo me arriesgaría al purgatorio” (4.3).

Entonces Emilia termina como esa pobre chiquilla sin seguridad en sí misma que está con ese imbécil porque necesita amor. Emilia traiciona a su amiga por el amor de su hombre, y aún así, a pesar de su sumisión, estalla en la escena final al decir que los maridos son los culpables de que sus esposas los engañen. Después de todo, los hombres engañan a las mujeres todo el tiempo, ¿por qué una mujer no debería tener el mismo derecho de infidelidad? Considerando que esto fue escrito en los años 1600, el monólogo de Emilia está bastante cerca de convertirse en un manifiesto feminista. Pero como el discurso “No tiene ojos de judío” de Shylock en El Mercader de Venecia, no es el mejor argumento de igualdad. Shylock dice que los judíos también son gente, y por eso tienen el mismo derecho de vengarse. Emilia dice que las mujeres también son gente y que tienen el mismo derecho de engañar a sus esposos. Este no es el mensaje más edificante de la historia.

A través de la obra, Yago tiene la mano levantada cada vez que interactúa con su esposa. Pero la escena final es la venganza de Emilia. Harold Bloom dice que de todos los personajes de la obra, Emilia es la única que Yago subestima, y es la única que al final puede hacer que caiga. Es una ironía interesante. Yago, tan bueno prediciendo y manipulando el comportamiento de las demás personas, se equivoca con la que más debió de haber conocido.